lunes, 30 de diciembre de 2013

SENTIMIENTO DE NAVIDAD. Por Maruja Habeder

Maruja Vásquez de Habeder, autora de este bello cuento, que me ha enviado como regalo de navidad, es venezolana y vive en Aurachtal, Alemania. Está casada con Gunther Habeder y ambos son los felices padres de Alexander y Gabriela, ya profesionales. Maruja, además de excelente narradora, posée una gran sensibilidad para la poesía. La considero mi hermana de siempre. Disfrutemos su cuento.




Sentimiento de Navidad



Emilia quien era una mujer con un carisma hermoso y sin timidéz alguna, logró entrar a esa tienda privada haciéndose amiga del portero y éste que era un hombre de buen corazón y que sabía que la mercancía que compraba para revender, era para ayudar a su familia, le permitió entrar sin el carnet y mucho menos durante los días próximos a la navidad.

Un buen día Emilia regresó del almacén llorando mucho y con el corazón destrozado porque ya se acercaba la navidad y no había dinero suficiente para los regalos de sus hijos y justamente ese día mientras ella esperaba en la caja para pagar la cuenta, llegaron unos empleados de la tienda para controlar si todos los clientes portaban el carnet de socio. Desafortunadamente Emilia no lo tenía, entonces le confiscaron toda la mercancía que le habían encargado sus clientes, perdiendo también todo el dinero que había invertido. Asi fue pasando la vida de la humilde familia, entre altos y bajos.

Llegaron los días de entusiasmo y preparativos de la navidad, el Adviento y su hija Alicia que era una chica muy curiosa y pícara, ya estaba grandecita y entendía muchas cosas, notó de que su mamá se iba por las tardes donde su vecina por un par de horas sin decirle el por qué, solo le recomendaba que se hiciera cargo de sus hermanitos durante su ausencia.

La curiosidad no pudo contener a la niña y en un momento en que vió que en una de las ventanas de la vecina había una pequeña cortina medio abierta, se asomó rapidito para ver que era lo que hacía su mamá con la vecina. Cuál fue su sorpresa? Vió a su madre y su vecina cosiendo un vestidito para un „muñeco desnudo“ que reposaba sobre una mesa y que su mamá le había comprado como regalo de navidad.

Alicia se sintió desilusionada porque ya no tenía más ilusión por el Niño Dios, pués eran sus padres los que compraban los regalos. Sin embargo se guardó el secreto para sí, sin revelarlo a nadie, mucho menos a sus hermanos pequeños para no quitarles esa ilusión del regalo traído por el Niño Dios, de manera que ellos pudieran disfrutar esa felicidad de la Nochebuena...'la espera del Niño que había nacido' y que con un pequeño regalo de los padres, disfrutaban la alegría de la Navidad.

Pasaron los años y Alicia ya era una mujer madura, soñadora y romántica, faltando solo cinco semanas para la navidad conoció un hombre muy guapo, de ademanes principescos y con una profunda mirada que le hizo sentir todo el amor sincero que él le reveló en ese primer encuentro. Èl era extranjero, con unas costumbre muy distintas a las de ella, pero esto no fue ningún motivo para que Alicia no aceptara su amor, todo lo contrario, ambos corazones latieron de emoción desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron.

Llegó la navidad y él le ofreció su amor como regalo, pero con una condición le dijo el príncipe encantado... 'con discreción, paciencia y confianza en mí' serás la madre de mis hijos'.
Con el correr de los años se casaron, él se la llevó a su país a vivir y formar allí su hogar y ella como lo amaba tanto, acepto la separación de su larga familia por el amor de su esposo, el príncipe extranjero.

Alicia siempre se alegraba por la llegada de la navidad, porque su esposo era el que preparaba todo muy misteriosamente para sorprender con alegría, no solo a sus hijos, sino también a ella el día de Nochebuena con el arbolito de navidad bellamente decorado, las velas rojas encendidas, el sonar de los villancicos y los regalos de cada uno de sus hijos y el de ella al pié del arbolito.

Y así fueron pasando los años, sus hijos crecieron y ella a pesar de toda su alegria por las sorpresas de navidad de su esposo, también añoraba su navidad natal: sencilla y sin regalos debajo del arbolito de navidad. Sus regalos en ese hermoso día eran las tradicionales cenas de Nochebuena que compartía con sus padres y hermanos y si llegaba algún improvisado, también participaba de la esperada cena que su madre Emilia, preparaba con mucho amor todos los años,como regalo de navidad para toda la familia.

Alicia aún disfruta de la navidad al lado de sus hijos y esposo con la misma felicidad y amor que ese príncipe encantado le destelló con su primera mirada, sin dejar de pensar en cada navidad... en ese 'muñeco desnudo vestido por su madre' que le enseñó a apreciar y disfrutar el sentimiento de la navidad!


Maruja Habeder
Aurachtal, Alemania
24 de Diciembre de 2005



IMAGENES NAVIDEÑAS: WEB


miércoles, 13 de noviembre de 2013

NOCHE FANTASTICA


    Avanzaba la tarde y Carla, pensativa, mordisqueaba una manzana, degustaba su sabor y apreciaba la textura de la fruta. Trataba de poner en orden sus pensamientos. La ruptura con Javier la hacía ver todo monótono, triste y aburrido. Nada nuevo ocurría. 

   Había llovido mucho toda la tarde y Dios dirigió, Virtuoso al fin, un maravilloso concierto de relámpagos, truenos y lluvia. Actuaba además, como invitada especial, la Coral de las Chicharras Caraqueñas, bajo la batuta de su fundadora, Irina Capriles, orfeón que formaba parte de sus sueños terrenales. 


     Movida por un impulso, Carla levantó la vista, y para su asombro, vio adherida a la rugosa superficie del techo  del salón a una chicharra que parecía ir contra la ley de gravedad. A su vez al insecto le pareció también muy extraña la pose de la chica que lo miraba desde abajo. ¿ A qué se debería esa actitud sorprendida?
    
     -¡Hola!- saludó Carla- Bienvenida a casa.
 Una agradable voz masculina contestó su saludo.

   -Buenas noches, bella señora,  ante todo le informo que pertenezco al género masculino, sólo que a primera vista no se distingue. Disculpe mi abuso al entrar sin ser invitado a su casa; pero lo cierto es que venía muy agotado del concierto de la coral. Al pasar por su ventana abierta, vi todo tan acogedor que no resistí la tentación de ver su casa y aquí me tiene. Mis disculpas,  señora.

   -No tiene por qué presentarlas, señor Chicharra, más bien sería yo la llamada a hacerlo por mi confusión. Descanse y póngase cómodo, por favor. Es más ¿Le puedo ofrecer algo de tomar y de comer? Pues me imagino que debe estar muy fatigado.

   - Sólo un poco de agua, señora, gracias. Como poco, sólo lo necesario, en cambio, tomo mucha agua. Por eso ya conoce las consecuencias de nuestra especie, pero no se preocupe que tendré mucho cuidado.

   Carla fue por el vaso de agua que sació la sed del visitante. Al devolverle el vaso ella le dijo:

   -El baño está frente a la biblioteca, para cuando lo requiera.- Luego, ya tuteándolo, añadió: 

   - Mi nombre es Carla y el tuyo?

  - ¡Qué descortés he sido al no presentarme. Mis disculpas, Carla. Mi nombre es Salvatore Bonsoir.
  
   - ¿Nombre italiano y apellido francés?

   - Sí, mi madre es italiana y mi padre del país galo.

    - Los míos son venezolanos, pero de origen español, pues mis apellidos son González  y  García.  ¿Y de dónde viene tu afición musical?

   - Bueno, imagino que sabes que todas las chicharras o cigarras, como nos llaman algunos, cantamos siempre. Eso es algo que viene en nuestros genes. Pero, en mi caso, bastante marcada esta herencia, pues mi padre era tenor, y mi madre soprano. Ambos muy cotizados por los principales teatros europeos:  la Scala de Milán, La Fenice en Venecia y el Teatro de la Opera de Viena.

     ¿En serio?- preguntó asombrada Carla.

   - ¿Por qué lo dudas? Es más, mi padre conoció a mi madre, cuando interpretaron "Tosca", de Puccini. Ella, como la cantante  Tosca y él como Mario, el pintor. Se por experiencia que lo de mis padres fue un gran amor. Cantaron juntos varias óperas y se compenetraron tanto y de tal manera, que se dieron cuenta que estaban hechos el uno para el otro y se casaron poco tiempo después. Luego, nació mi hermana Floria, y a los cinco años lo hice yo, cerrando conmigo la fábrica de chicos. Recuerdo que teníamos una vida muy agitada por los compromisos  musicales de nuestros padres.

    - Hermosa historia, Salvatore. Pero, dime ¿Cómo es que tienes voz humana y tus padres también, por lo que me cuentas?

    -Esa es una larguísima historia de mi familia que ha pasado de generación en generación. Tengo entendido que se originó en  la Edad Media, cuando Armina, la hija de un rico terrateniente, se enamoró de  de Jean Pierre Bonsoir, uno de mis antepasados. Ella deseaba casarse con él, pues se consideraba rica y bella y no aceptaba que él fuera a hacerlo con con Salana, la humilde hija de un pastor de ovejas de la campiña francesa. En su despecho, Armina llamó a los brujos para que le practicaran a Jean Pierre un maleficio que dio por resultado que todos sus descendientes en esa región se convirtieran en chicharras, pero manteniendo la voz humana, -especie de impronta- que les recordaba que no eran ni insectos ni humanos, o como dicen en Venezuela, "ni chicha, ni limonada".

   -Pero ¿Por qué tus padres viniendo de lugares y familias diferentes tenían forma de insecto?

    - Querida, sabes bien cómo es el mundo. Nadie permanece estático en un solo lugar. Muchas personas viajan, se casan en otros países y resulta que siempre estás emparentado con alguien en  algún sitio  de este planeta. De allí el la expresión popular "el mundo es un pañuelo".

   - Lo que me cuentas es impresionante, Salvatore... -comentó la joven. Y luego acercándose al chico le preguntó: 

   - "... ¿ Y que tienes en el pecho,
     que encendido se te ve? ...", 

como dice el poema "Margarita" de Rubén Darío?
   
   Sonríe el chico, ante la pregunta de Carla.

    - ¡Ah, ¿En la cadena?... Es un kaspot que me regaló mi abuelo...

    - ¿Y qué es un kaspot, puede saberse?

   - No te lo puedo explicar, preciosa, sino demostrar, pues este objeto cilíndrico como un nanotubo me da poderes extraordinarios. Entiende bien, no vayas a confundirlo con los que otorga  una "ley habilitante"  mal entendida por ciertos presidentes que no saben aplicarlas de forma adecuada y justa, ¡No!- Por un momento Salvatore se queda pensativo; luego levanta la mano y  la coloca sobre la boca de la joven.


   - ¡No, Carla, no digas nada.  Ahora cierra los ojos y ábrelos sólo cuando yo te lo indique.- Pero, por favor, esta vez no me interrumpas.

   La muchacha prometió hacerlo y cerró los párpados con fuerza aguantando la respiración, como si este hecho corroborara su firme decisión. De pronto, ella escuchó un sonido agudo  que aumentaba con violencia, igual al que se escucha cuando uno se encuentra a bordo de un jet y silban las turbinas hasta convertirse en el continuo y monótono sonido de un avión en pleno vuelo.

    Por su parte, Salvatore, en minutos que le parecieron eternos, sintió que se elevaba alto, muy alto hasta entrar en la estratosfera. Sintió que atravesaba constelaciones, chocaba con naves espaciales y con minúsculos meteoritos, para luego aterrizar  en forma abrupta. 

  Cuando cesó el ruido, la chica, aturdida y un poco sorda, escuchó la orden de Salvatore.

   -¡Ya, Carla, ya! Ahora sí puedes abrir los ojos.

   ¿Pero, de dónde salía esa voz profunda y desconocida?  - Se preguntó la muchacha, en medio de una gran confusión.


   La joven se llevó las manos al pecho para tratar de calmarse, así que al escuchar la orden, obedeció, pero al hacerlo, lo que vio ante ella fue la figura de:


   ¡Un hombre  con aspecto deportivo que la miraba sonriente!






Caracas, 1992 - Noviembre de 2013
IMAGENES: WEB




domingo, 22 de septiembre de 2013

EL AGAPE (CARICATURA DE UN SAINETE)


                            
UNICO ACTO

Suena el timbre y Mymi abre la puerta saludando a Missa, su amiga, quien muy emperifollada, entra en casa y, luego de saludar, deja caer su hermosa cartera importada en un sillón. De pronto se detiene y aspira profundamente el aroma que sale de la cocina.

MISSA:
Buena comida,
es tu costumbre.
Dime ¿Qué tienes 
hoy en la lumbre?

MYMI:
Hay espaguetis
almidonados,
carne sabrosa;
un rico asado
¿No te apetece
probar bocado?

MISSA:
De sólo olerlos
me encantaría.
Decir que no,
nunca podría.
Carne tan rica,
aunque esté fría.

MYMI:
Entonces, vamos.
No a la pereza;
no me contagio
con Pdvsa
que tarda tanto
en poner la mesa.

MISSA:
¿Y qué le has puesto
a esos platillos,
que sólo emanan
rico olorcillo?

MYMI:
Clavo, canela
comino, ají,
y algo de miel;
lo que a tu gusto
le da placer.

MISSA:
¿Así de especias,
amiga mía?
¡Qué rico aroma
qué buen sabor!


MYMI:
Sólo buen juicio,
querida Missa,
en la cocina
y el corazón.

MISSA:
¿Y adornas tanto
un simple asado
para comerlo
en sólo un bocado?

MYMI:
Como en la vida,
y en el amor,
los aderezos
le dan sabor.

MISSA:
¿Y qué hay de postre,
puedo saber?
Salado y dulce
hay que comer.  

MYMI:
Querida amiga,
hay currunchete,
arroz con leche
¡Y majarete!

MISSA:
¡Cosas más ricas
Mymi Pagal!
A los galanes 
hay que halagar.

MYMI:
Con finos dulces...

MISSA:
El paladar...

MYMI:
Teniendo en cuenta...

MISSA:
¡No empalagar!

De pronto suena el timbre y al abrir la puerta, aparece Fred Cito el querido amigo de ambas, quien desde su casa de Prados del Este se vino rápido a Santa Fe, atraído por el rico olor de la cocina de Mymi. Entra muy agitado, para el asombro de Missa y Mymi, y exclama, caminando de un lado al otro:

  
FRED CITO:
¿Cómo es posible
que no me inviten
a saborear estos
platillos que dan placer?

Soy vuestro amigo,
y no invisible...
Esto me duele
a más no poder.

Ambas chicas se acercan al compungido joven e interrumpiendo su pesar dicen al unísono, mimándolo para tratar de calmar su tristeza.

MISSA Y MYMI  (al unísono):
No, Fred Cito,
querido amigo,
tú siempre, siempre.
estás invitado.
Jamás y nunca
estarás de lado.

Ven y brindemos 
con un vinito
de esos tan caros,
-casi prohibidos
por la inflación-,
para alegrarnos  
el corazón.

Missa, Fred Cito y Mymi se sientan a la mesa decorada con flores; destapan el vino que trajo la ganadora del Concurso Miss Mundo -sin trampas ni maletines-, que situó una vez más a Venezuela a la vanguardia de estos concursos de belleza, y que ahora también incluyen el intelecto. Brindan con la mano izquierda, pelan los ojos para realzar los deseos por el éxito, la salud, el dinero y el amor.

Las jóvenes esperan con ansiedad a sus respectivos galanes, pero no para que las conduzcan al altar -ahora pasado de moda para ellas-, sino a una cama de agua en un motel  venezolano, árabe, japonés o ruso. ¿Y después? ¡A disfrutar! 

Por su parte Fred Cito también brinda feliz pensando en su chica, pero al mismo tiempo preocupado por la inflación. Piensa que las ganancias obtenidas en su última novela de RCTV se le evaporen en una sola noche de amor. Sin embargo, brinda optimista por el presente que es lo único que cuenta en esta vida y se pone de pie mientras su amigas cotorrean y se ríen. Da varios pasos por es escenario y levantando su copa dice:

¿Con qué dinero
invito a Cora,
si la inflación
ya me devora?

Se detiene, reflexiona y continúa,  esperanzado:

¿Y el mañana?
Ya se verá,
pues es seguro 
que ya vendrán
otras novelas
de ese canal,
que ya es de fama
¡INTERNACIONAL!

Cae el telón envuelto en una nube de aplausos.


Caracas, 2005 
IMAGENES: WEB.



jueves, 22 de agosto de 2013

PUERTAS SECULARES






"PUERTAS SECULARES", I CONCURSO DE RELATO CORTO DE
CIENCIA FICCION. MADRID, 2010 . RELATO 106.
(http://www.zonaereader.com/i-concurso-ciencia-ficcion-
puertas-seculares-relato-numero-106).

http://www.zonaereader.com (Ir a Concursos, luego a 
Recopilacion de relatos: Relato 106. 

IMAGENES: WEB

       

viernes, 9 de agosto de 2013

UNA VERSION MODERNA DEL AMOR VERDADERO.


      Siempre me gustó Javier. La primera vez que lo vi  admiré su porte atlético. Jugaba con la pelota de fútbol. La hacía bailar a un ritmo loco entre las manos y los pies, mientras los lentes, casi en las narices, luchaban por no caer en medio de esta agitada danza. No se fijó en mí. El iba camino del polideportivo con unos amigos y yo regresaba del colegio con unas compañeras. Supe luego que se había ido a estudiar a una universidad americana y perdí  la pista del atractivo chico del liceo. Sin embargo, él se grabó en mi mente a pesar de no haber intercambiado  entre ambos ni una sola palabra. Lo volví a ver años después, ya convertido en ingeniero, cuando yo iniciaba la universidad. Fue una vez en el club.  El trabajaba para una compañía asesora de empresas. Iba esa vez  con una chica bastante bonita a la que llevaba tomada de las mano. Parecían muy enamorados.

      Luego,  inicié mi agitada vida periodística como pasante en un canal de noticias.  Conocí otros chicos y su recuerdo se diluyó. Presenté mi tesis, guiada por mi tutora industrial, y a petición suya se la expuse a los ejecutivos del canal, quienes poco tiempo después me incluyeron en su nómina fija. Comencé a aparecer en los noticieros como reportera. Recorrí el país cubriendo las noticias desde los cuatro puntos cardinales. Me hervía la sangre cada vez que iba tras los acontecimientos. Herencia posible de mi padre,  periodista, a quien en el pasado, le había tocado, entre muchísimos acontecimientos bélicos, cubrir los de Corea en los años cincuenta.

      Hice un post grado en New York University. Mi sueño era entrar en un canal de noticias internacional, pero la salud de mi padre me llamó al país. Cuando él partió, al poco tiempo de mi regreso,  yo trabajaba ya  en otro canal, cubriendo el noticiero estelar de la noche. Fue entonces cuando por tercera vez volví a ver, a Javier Lumière. Esta vez presentado formalmente por los directivos del canal en su recorrido oficial por las oficinas del canal, como asesor de la empresa. Luego nos vimos en la cafetería y me invitó a acompañarle.  En nuestra breve, pero agradable  conversación, mientras tomábamos el café, me dijo que su padre era francés y su madre italiana, pero  que él había nacido en Caracas. “Un sabroso cocktail familiar” dijo sonriendo.  Luego, su presencia se me hizo casi familiar; muchas veces coincidimos en reuniones de trabajo sobre el desarrollo de la empresa. Nos topábamos en las escaleras, en los pasillos, o cuando él acudía a la Oficina de Prensa a solicitar una información, o una fotografía. Javier me atraía mucho. Poseía una personalidad fuerte y una voz grave que cada vez que exponía sus ideas me aceleraba el pulso. Lo admiraba. Yo sentía que no le era indiferente. Una vez que me tropecé con él me miró tan fijamente, sosteniéndome la mirada, que me dije a mí misma:”No Mabel, esto no puede estar pasando, son ideas tuyas”. Pero el corazón no me traicionaba. Recuerdo que una vez me puse una alianza de plata que había pertenecido a mi abuela, y al entrar a mi oficina me preguntó sonriendo mientras me señalaba el dedo, si era feliz en mi matrimonio. Mi respuesta fue otra sonrisa misteriosa.

      Una tarde me dirigí al Café Gourmet, frente a la oficina y me senté a una de las mesas del fondo, y al poco rato de estar allí apareció Javier. Al verme se acercó donde me encontraba y me preguntó si esperaba a alguien. Cuando le respondí que a él justamente, celebró mi broma sentándose a mi lado. Como ya era un poco tarde, me invitó a cenar allí mismo. 

    -Hoy es viernes - comentó- por lo que mañana no hay que levantarse muy temprano.
     - Es verdad, Javier, pero yo sí debo irme temprano, pues tengo el carro en el taller y debo buscarlo mañana temprano.
       - Entonces ¿Puedo llevarte a casa? 
       - Gracias, pero mi hermana me prestó el carro, Javier.
       - Bueno, entonces te escolto. Es muy peligroso que andes sola de noche.
Entonces accedí y la sobremesa se prolongó un poco más. Supe que él se había divorciado, pero que estaba ligado sentimentalmente a otra mujer desde hacía dos años. A mi vez le conté que acababa de terminar una relación a un mes de la boda, pues preveía un divorcio a mediano plazo. 

     -Fue sólo un repentino cambio en nuestros sentimientos - agregué sonriendo-  por el momento busco estar tranquila para  poner mi cabeza en orden- Luego, continuamos conversando hasta que se hizo ya un poco tarde.

      Cuando Javier  me acompañó a casa, se bajó para despedirse en la ventanilla de mi auto  y me dijo que le gustaría entrar a tomarse otro café conmigo. Y así fue, pero luego tomamos vino y el ambiente íntimo nos envolvió. Se hizo muy tarde. Por "motivos de seguridad" Javier me preguntó si podía quedarse esa noche. Le ofrecí el sofá, pero los besos y las caricias decidieron otro lugar más mullido y confortable,  y entre ambos la convertimos en una hermosa noche de amor.


      Al día siguiente pasó a verme para preguntarme por la "resaca" y me entregó el soneto 116 de Shakespeare,  por todo comentario a la noche anterior. Lo leí esta vez con una emoción nueva:




"William Shakespeare

Soneto 116

Permitid que no admita impedimentos

ante el enlace de las almas fieles
no es amor el amor que cambia siempre por momentos
o que a distanciarse en la distancia tiende.

El amor es igual que un faro imperturbable,

que ve las tempestades y nunca se estremece.
Es la estrella que guía la nave a la deriva,
de un valor ignorado, aún sabiendo su altura.

No es juguete del Tiempo, aun si rosados labios

o mejillas alcanza, la guadaña implacable.
Ni se altera con horas o semanas fugaces,
si no que aguanta y dura hasta el último abismo.

Si es error lo que digo y en mí puede probarse,

decid, que nunca he escrito, ni amó jamás un hombre."

     Me llevé el hermoso verso a mi pecho bajo la increíble impresión de su significado. Y, por supuesto que, a este primer encuentro, luego siguieron muchos. La compatibilidad de Javier y mía se fue ajustando poco a poco en lo espiritual, intelectual y en el sexo, hasta llevarnos a una excelente relación. Pero luego, de pronto, y sin más explicación que sus viajes de trabajo nuestros encuentros fueron distanciándose para volver a vernos sólo por períodos cortos e irregulares, menos el último que sí fue más largo y en el que, de pronto,  se mostró más atento y amoroso conmigo. La verdad es que nunca antes lo había visto tan cariñoso, tan solícito. Una tarde, sin embargo, luego de muchas demostraciones amorosas, me anunció, que la semana siguiente se iba a Connecticut, por un mes, a visitar a Mario y a Andrés, sus hijos,  que estudiaban  allá.

      Pasó el mes, y al día siguiente de su regreso, Javier  me llamó por teléfono muy temprano. Me dijo que pasaría por casa esa noche, pero no quise esperar y me comuniqué con él por Skype. Lucía muy bien y contento de volver a verme. De pronto, al gesticular, noté un sospechoso brillo en su mano derecha y le pedí que pusiera esa  misma mano sobre el pecho y así  lo hizo, extrañado de mi solicitud. Su dedo anular  lucía una brillante alianza de oro que gritaba a los cuatro puntos cardinales su nuevo estado civil.


      Entonces, incrédula y temblorosa, ante la evidencia, exclamé:

      - ¡Te casaste, Javier!
    Un Javier empequeñecido y muy pálido aparecía en la pantalla de mi computadora. Se había deslizado de la silla de la oficina, hasta casi quedar invisible. La sonrisa que mostraba antes le huyó del rostro. Y muy confundido por el aparente olvido de no informarme de su boda, trató de esconder el anillo para, por último, contestar casi en un sollozo:

      -Bueno, Mabel, discúlpame, sólo formalicé mi situación. ¡Sólo eso!




Caracas,  agosto de 2008 - Revisado: agosto de 2013

IMAGENES: WEB















sábado, 25 de mayo de 2013

UNA FAMILIA MUY LARGA



      Esta es la historia de  Justino, un chico huérfano, quien por carecer de parientes cercanos o lejanos que lo reclamaran, tuvo que vivir en un hospicio. Sus únicos hermanos fueron niños que al igual que él, siempre soñaban con sus padres ausentes. Dada esta  gran carencia, a medida que crecía, el chico se prometió a sí mismo tener una familia tan grande, tan grande como no hubiera otra en el mundo. Ese era su gran sueño. Y como este niño era muy inteligente, una vez terminados sus estudios secundarios con altísimas notas, se ganó una beca para estudiar Informática. Sus estudios universitarios fueron tan exitosos que se graduó con honores, pues su mente volaba como el pensamiento, en la solución de problemas. Asistió a conferencias y también  a talleres. Más tarde fue profesor titular de una universidad muy reconocida y creó una firma propia como ingeniero de computación. Fue entonces, cuando consideró que era tiempo de formar una familia,  y que dependiendo de sus recursos y sus deseos, debería  muy numerosa. Y fue así que Justino se casó con Josefina, cuando aún no llegado a la treintena. De esa primera unión tuvo cinco hijos que amó  amó mucho. 
     Su trabajo le hizo recorrer el mundo. Entonces conoció a Carmela, a Kaa-Lue, a Samantha y a Sue Pong. Se casó con cada una de ellas, de acuerdo a las respectivas leyes y religiones de sus países de origen.  Justino distaba mucho de considerarse polígamo y mucho menos infiel, pues a cada una -según él- les dedicaba todo el tiempo necesario como para no sentirse culpable de sus ausencias. ¿Y como sentirse  mal si debía trabajar para mantenerlas?
    Tuvo nuestro personaje en total veinticinco vástagos -entre varones y niñas- distribuidos así: como  ya se mencionó,  cinco con la primera esposa; cuatro con la segunda; con la tercera, seis;  cinco vástagos vinieron al mundo en su cuarto matrimonio y cinco más, en su quinto matrimonio. 
     La comunicación con sus familias, gracias a las nuevas tecnología, fue siempre muy buena, casi excelente, si no fuera por las continuas ausencias, producto de su intenso trabajo.
   Pero como en esta viña del Señor, nada es perfecto, sucedió que él mismo, dormido, o no tanto, confundió los nombres de sus esposas y todo se supo. Surgieron celos, malos entendidos, y la desconfiaza, que antes no existía, fue la sombra que que cubrió su vida. La salud de Justino, con tantas angustias y sufrimientos  se fue apagando y no hubo médico que pudiera ayudar al padrazo a quedarse en este mundo para poder ver sus nietos. Así que una tarde partió, como todo mortal,  a  rendirle cuentas al Creador.
      Y sucedió que, al llegar al Cielo, Justino tuvo que esperar un buen tiempo en el despacho de San Pedro, pues aún el santo portero no había recibido las Ordenes Divinas sobre el destino final del fallecido: Cielo, Purgatorio o Infierno. El tiempo pasaba y Justino desesperaba, pues estaba casi seguro de haber merecido el Cielo, por haberse portado bien con su larga familia, a quienes, -creía él - haberles dado todo lo que necesitaron. Estaba seguro de haber cumplido como padre.
     La tardanza de la Decisión Divina, según fue informado San Pedro, se debió a que sus respectivos hijos, a quienes él había amado tanto, en sus oraciones rogaban: "Dios lo tenga en la Gloria" y las esposas, en cambio, a pesar de haberlas amado  también, le imploraban al Creador; "Ojalá Justino esté ardiendo en la quinta paila del infierno".
   Después de una larga espera, llegó la Divina Decisión. Dos Arcángeles  acompañaron a la angustiada alma del difunto a viajar en una nave celestial a un lejano lugar al fin del mundo, a pasar la breve temporada de

¡DOS SIGLOS EN EL PURGATORIO!

Caracas, 1994
Imágenes: Web

sábado, 16 de febrero de 2013

¡ ESO ESTA PROHIBIDO!




        Me encontraba dando clases en la escuela, detrás del Palacio de Vista Mar. De pronto, escuché voces en la calle. Me asomé a la ventana y observé cómo unas personas lloraban y otras gritaban y gesticulaban mientras caminaban hacia la puerta del edificio del frente. Entonces se suspendieron las actividades y todos, maestros y alumnos salimos a la calle donde todo era confusión. 
          Cuando me dirigía hacia mi casa la multitud no me dejó avanzar; me empujó hacia  el otro lado de la calle y, como en medio de un inmenso río navegué junto con ella hasta entrar en un  larguísimo pasillo dentro del palacio. Como yo llevaba un traje algo descotado, alguien en el camino me dio un capisayo floreado para que me cubriera, pues no podía entrar así dentro de las instalaciones. Me lo puse en medio de los empujones y los gritos de la gente. Entonces, como dije,  la masa humana se encontró en el interior del caserón. Pregunté qué sucedía y me gritaron que el General agonizaba, que todos iban a despedirlo al salón donde se encontraba dentro de una urna. Pero yo no quería entrar y me dijeron que era obligatorio.
     Unas mujeres con batolas negras  lloraban y se mezaban los cabellos. Yo también lloraba, pero de terror. Decidí abrirme paso a la fuerza entre la muchedumbre para buscar una salida, cuando me salió al paso un almirante todo vestido de blanco y cubierto de condecoraciones que me lo impidió. Se acercó a mí y con voz de trueno me ordenó continuar y luego,  pelándome los ojos me dijo:

     -¡No olvide, señora, dirigirse al General con todo el respeto del mundo  que él merece y decirle cosas lindas antes de su partida. Está prohibido mencionarle cosas feas! ¿Me escuchó? -¡No lo olvide! - dijo repitiendo la frase, mientras me apuntaba con el dedo. Luego, dio media vuelta y continuó ordenando el mismo estribillo a las demás personas que me rodeaban, apretándome contra la pared y casi asfixiándome.

      ¿Pero qué iba  yo a decirle al  octogenario recostado en su urna forrada de seda? Lo único que podría hacer sería echarle en cara toda la podredumbre con la que había cubierto a gente inocente, limpia, durante más de medio siglo de mandato ignominioso. ¿Decirle cosas bonitas a una viejas orejas que no habían escuchado los lamentos de su pueblo desde que éstas eran lozanas? 

      Después de la orden recibida, hice un nuevo intento por salir de la muchedumbre sudorosa que me empujaba. Busqué algún huequito  por dónde colarme, pero el gentío me llevó - esta vez casi en vilo- hasta una enorme puerta, custodiada por guardias, que conducía al salón en el que se encontraba el catafalco. Un pegoste hediondo se me adhería al cuerpo, mientras un extraño frío me corría  por el espinazo directo hacia las nalgas. Creo  recordar que a eso lo llaman "culillo".



     Pero sucedió, que, justo, momentos antes de entrar, un guardia me detuvo  en seco y me dijo alarmado,  mientras revisaba mi vestimenta.

          -¡Usted no puede pasar! ¡Usted no puede pasar, pues lleva un traje floreado! ¡Y ESO ESTA PROHIBIDO! !Tiene que vestir de negro hasta los pies, como corresponde a la dignidad del General Vita Licio!

        Un repentino galope dentro del pecho me hizo abrir los ojos como enormes ceros y me encontré... 
 ¡Sentada sobre mi cama!...




Caracas, 10 de febrero de 2013


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