sábado, 16 de febrero de 2013

¡ ESO ESTA PROHIBIDO!




        Me encontraba dando clases en la escuela, detrás del Palacio de Vista Mar. De pronto, escuché voces en la calle. Me asomé a la ventana y observé cómo unas personas lloraban y otras gritaban y gesticulaban mientras caminaban hacia la puerta del edificio del frente. Entonces se suspendieron las actividades y todos, maestros y alumnos salimos a la calle donde todo era confusión. 
          Cuando me dirigía hacia mi casa la multitud no me dejó avanzar; me empujó hacia  el otro lado de la calle y, como en medio de un inmenso río navegué junto con ella hasta entrar en un  larguísimo pasillo dentro del palacio. Como yo llevaba un traje algo descotado, alguien en el camino me dio un capisayo floreado para que me cubriera, pues no podía entrar así dentro de las instalaciones. Me lo puse en medio de los empujones y los gritos de la gente. Entonces, como dije,  la masa humana se encontró en el interior del caserón. Pregunté qué sucedía y me gritaron que el General agonizaba, que todos iban a despedirlo al salón donde se encontraba dentro de una urna. Pero yo no quería entrar y me dijeron que era obligatorio.
     Unas mujeres con batolas negras  lloraban y se mezaban los cabellos. Yo también lloraba, pero de terror. Decidí abrirme paso a la fuerza entre la muchedumbre para buscar una salida, cuando me salió al paso un almirante todo vestido de blanco y cubierto de condecoraciones que me lo impidió. Se acercó a mí y con voz de trueno me ordenó continuar y luego,  pelándome los ojos me dijo:

     -¡No olvide, señora, dirigirse al General con todo el respeto del mundo  que él merece y decirle cosas lindas antes de su partida. Está prohibido mencionarle cosas feas! ¿Me escuchó? -¡No lo olvide! - dijo repitiendo la frase, mientras me apuntaba con el dedo. Luego, dio media vuelta y continuó ordenando el mismo estribillo a las demás personas que me rodeaban, apretándome contra la pared y casi asfixiándome.

      ¿Pero qué iba  yo a decirle al  octogenario recostado en su urna forrada de seda? Lo único que podría hacer sería echarle en cara toda la podredumbre con la que había cubierto a gente inocente, limpia, durante más de medio siglo de mandato ignominioso. ¿Decirle cosas bonitas a una viejas orejas que no habían escuchado los lamentos de su pueblo desde que éstas eran lozanas? 

      Después de la orden recibida, hice un nuevo intento por salir de la muchedumbre sudorosa que me empujaba. Busqué algún huequito  por dónde colarme, pero el gentío me llevó - esta vez casi en vilo- hasta una enorme puerta, custodiada por guardias, que conducía al salón en el que se encontraba el catafalco. Un pegoste hediondo se me adhería al cuerpo, mientras un extraño frío me corría  por el espinazo directo hacia las nalgas. Creo  recordar que a eso lo llaman "culillo".



     Pero sucedió, que, justo, momentos antes de entrar, un guardia me detuvo  en seco y me dijo alarmado,  mientras revisaba mi vestimenta.

          -¡Usted no puede pasar! ¡Usted no puede pasar, pues lleva un traje floreado! ¡Y ESO ESTA PROHIBIDO! !Tiene que vestir de negro hasta los pies, como corresponde a la dignidad del General Vita Licio!

        Un repentino galope dentro del pecho me hizo abrir los ojos como enormes ceros y me encontré... 
 ¡Sentada sobre mi cama!...




Caracas, 10 de febrero de 2013


IMAGENES: WEB.