miércoles, 13 de noviembre de 2013

NOCHE FANTASTICA


    Avanzaba la tarde y Carla, pensativa, mordisqueaba una manzana, degustaba su sabor y apreciaba la textura de la fruta. Trataba de poner en orden sus pensamientos. La ruptura con Javier la hacía ver todo monótono, triste y aburrido. Nada nuevo ocurría. 

   Había llovido mucho toda la tarde y Dios dirigió, Virtuoso al fin, un maravilloso concierto de relámpagos, truenos y lluvia. Actuaba además, como invitada especial, la Coral de las Chicharras Caraqueñas, bajo la batuta de su fundadora, Irina Capriles, orfeón que formaba parte de sus sueños terrenales. 


     Movida por un impulso, Carla levantó la vista, y para su asombro, vio adherida a la rugosa superficie del techo  del salón a una chicharra que parecía ir contra la ley de gravedad. A su vez al insecto le pareció también muy extraña la pose de la chica que lo miraba desde abajo. ¿ A qué se debería esa actitud sorprendida?
    
     -¡Hola!- saludó Carla- Bienvenida a casa.
 Una agradable voz masculina contestó su saludo.

   -Buenas noches, bella señora,  ante todo le informo que pertenezco al género masculino, sólo que a primera vista no se distingue. Disculpe mi abuso al entrar sin ser invitado a su casa; pero lo cierto es que venía muy agotado del concierto de la coral. Al pasar por su ventana abierta, vi todo tan acogedor que no resistí la tentación de ver su casa y aquí me tiene. Mis disculpas,  señora.

   -No tiene por qué presentarlas, señor Chicharra, más bien sería yo la llamada a hacerlo por mi confusión. Descanse y póngase cómodo, por favor. Es más ¿Le puedo ofrecer algo de tomar y de comer? Pues me imagino que debe estar muy fatigado.

   - Sólo un poco de agua, señora, gracias. Como poco, sólo lo necesario, en cambio, tomo mucha agua. Por eso ya conoce las consecuencias de nuestra especie, pero no se preocupe que tendré mucho cuidado.

   Carla fue por el vaso de agua que sació la sed del visitante. Al devolverle el vaso ella le dijo:

   -El baño está frente a la biblioteca, para cuando lo requiera.- Luego, ya tuteándolo, añadió: 

   - Mi nombre es Carla y el tuyo?

  - ¡Qué descortés he sido al no presentarme. Mis disculpas, Carla. Mi nombre es Salvatore Bonsoir.
  
   - ¿Nombre italiano y apellido francés?

   - Sí, mi madre es italiana y mi padre del país galo.

    - Los míos son venezolanos, pero de origen español, pues mis apellidos son González  y  García.  ¿Y de dónde viene tu afición musical?

   - Bueno, imagino que sabes que todas las chicharras o cigarras, como nos llaman algunos, cantamos siempre. Eso es algo que viene en nuestros genes. Pero, en mi caso, bastante marcada esta herencia, pues mi padre era tenor, y mi madre soprano. Ambos muy cotizados por los principales teatros europeos:  la Scala de Milán, La Fenice en Venecia y el Teatro de la Opera de Viena.

     ¿En serio?- preguntó asombrada Carla.

   - ¿Por qué lo dudas? Es más, mi padre conoció a mi madre, cuando interpretaron "Tosca", de Puccini. Ella, como la cantante  Tosca y él como Mario, el pintor. Se por experiencia que lo de mis padres fue un gran amor. Cantaron juntos varias óperas y se compenetraron tanto y de tal manera, que se dieron cuenta que estaban hechos el uno para el otro y se casaron poco tiempo después. Luego, nació mi hermana Floria, y a los cinco años lo hice yo, cerrando conmigo la fábrica de chicos. Recuerdo que teníamos una vida muy agitada por los compromisos  musicales de nuestros padres.

    - Hermosa historia, Salvatore. Pero, dime ¿Cómo es que tienes voz humana y tus padres también, por lo que me cuentas?

    -Esa es una larguísima historia de mi familia que ha pasado de generación en generación. Tengo entendido que se originó en  la Edad Media, cuando Armina, la hija de un rico terrateniente, se enamoró de  de Jean Pierre Bonsoir, uno de mis antepasados. Ella deseaba casarse con él, pues se consideraba rica y bella y no aceptaba que él fuera a hacerlo con con Salana, la humilde hija de un pastor de ovejas de la campiña francesa. En su despecho, Armina llamó a los brujos para que le practicaran a Jean Pierre un maleficio que dio por resultado que todos sus descendientes en esa región se convirtieran en chicharras, pero manteniendo la voz humana, -especie de impronta- que les recordaba que no eran ni insectos ni humanos, o como dicen en Venezuela, "ni chicha, ni limonada".

   -Pero ¿Por qué tus padres viniendo de lugares y familias diferentes tenían forma de insecto?

    - Querida, sabes bien cómo es el mundo. Nadie permanece estático en un solo lugar. Muchas personas viajan, se casan en otros países y resulta que siempre estás emparentado con alguien en  algún sitio  de este planeta. De allí el la expresión popular "el mundo es un pañuelo".

   - Lo que me cuentas es impresionante, Salvatore... -comentó la joven. Y luego acercándose al chico le preguntó: 

   - "... ¿ Y que tienes en el pecho,
     que encendido se te ve? ...", 

como dice el poema "Margarita" de Rubén Darío?
   
   Sonríe el chico, ante la pregunta de Carla.

    - ¡Ah, ¿En la cadena?... Es un kaspot que me regaló mi abuelo...

    - ¿Y qué es un kaspot, puede saberse?

   - No te lo puedo explicar, preciosa, sino demostrar, pues este objeto cilíndrico como un nanotubo me da poderes extraordinarios. Entiende bien, no vayas a confundirlo con los que otorga  una "ley habilitante"  mal entendida por ciertos presidentes que no saben aplicarlas de forma adecuada y justa, ¡No!- Por un momento Salvatore se queda pensativo; luego levanta la mano y  la coloca sobre la boca de la joven.


   - ¡No, Carla, no digas nada.  Ahora cierra los ojos y ábrelos sólo cuando yo te lo indique.- Pero, por favor, esta vez no me interrumpas.

   La muchacha prometió hacerlo y cerró los párpados con fuerza aguantando la respiración, como si este hecho corroborara su firme decisión. De pronto, ella escuchó un sonido agudo  que aumentaba con violencia, igual al que se escucha cuando uno se encuentra a bordo de un jet y silban las turbinas hasta convertirse en el continuo y monótono sonido de un avión en pleno vuelo.

    Por su parte, Salvatore, en minutos que le parecieron eternos, sintió que se elevaba alto, muy alto hasta entrar en la estratosfera. Sintió que atravesaba constelaciones, chocaba con naves espaciales y con minúsculos meteoritos, para luego aterrizar  en forma abrupta. 

  Cuando cesó el ruido, la chica, aturdida y un poco sorda, escuchó la orden de Salvatore.

   -¡Ya, Carla, ya! Ahora sí puedes abrir los ojos.

   ¿Pero, de dónde salía esa voz profunda y desconocida?  - Se preguntó la muchacha, en medio de una gran confusión.


   La joven se llevó las manos al pecho para tratar de calmarse, así que al escuchar la orden, obedeció, pero al hacerlo, lo que vio ante ella fue la figura de:


   ¡Un hombre  con aspecto deportivo que la miraba sonriente!






Caracas, 1992 - Noviembre de 2013
IMAGENES: WEB




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