sábado, 25 de mayo de 2013

UNA FAMILIA MUY LARGA



      Esta es la historia de  Justino, un chico huérfano, quien por carecer de parientes cercanos o lejanos que lo reclamaran, tuvo que vivir en un hospicio. Sus únicos hermanos fueron niños que al igual que él, siempre soñaban con sus padres ausentes. Dada esta  gran carencia, a medida que crecía, el chico se prometió a sí mismo tener una familia tan grande, tan grande como no hubiera otra en el mundo. Ese era su gran sueño. Y como este niño era muy inteligente, una vez terminados sus estudios secundarios con altísimas notas, se ganó una beca para estudiar Informática. Sus estudios universitarios fueron tan exitosos que se graduó con honores, pues su mente volaba como el pensamiento, en la solución de problemas. Asistió a conferencias y también  a talleres. Más tarde fue profesor titular de una universidad muy reconocida y creó una firma propia como ingeniero de computación. Fue entonces, cuando consideró que era tiempo de formar una familia,  y que dependiendo de sus recursos y sus deseos, debería  muy numerosa. Y fue así que Justino se casó con Josefina, cuando aún no llegado a la treintena. De esa primera unión tuvo cinco hijos que amó  amó mucho. 
     Su trabajo le hizo recorrer el mundo. Entonces conoció a Carmela, a Kaa-Lue, a Samantha y a Sue Pong. Se casó con cada una de ellas, de acuerdo a las respectivas leyes y religiones de sus países de origen.  Justino distaba mucho de considerarse polígamo y mucho menos infiel, pues a cada una -según él- les dedicaba todo el tiempo necesario como para no sentirse culpable de sus ausencias. ¿Y como sentirse  mal si debía trabajar para mantenerlas?
    Tuvo nuestro personaje en total veinticinco vástagos -entre varones y niñas- distribuidos así: como  ya se mencionó,  cinco con la primera esposa; cuatro con la segunda; con la tercera, seis;  cinco vástagos vinieron al mundo en su cuarto matrimonio y cinco más, en su quinto matrimonio. 
     La comunicación con sus familias, gracias a las nuevas tecnología, fue siempre muy buena, casi excelente, si no fuera por las continuas ausencias, producto de su intenso trabajo.
   Pero como en esta viña del Señor, nada es perfecto, sucedió que él mismo, dormido, o no tanto, confundió los nombres de sus esposas y todo se supo. Surgieron celos, malos entendidos, y la desconfiaza, que antes no existía, fue la sombra que que cubrió su vida. La salud de Justino, con tantas angustias y sufrimientos  se fue apagando y no hubo médico que pudiera ayudar al padrazo a quedarse en este mundo para poder ver sus nietos. Así que una tarde partió, como todo mortal,  a  rendirle cuentas al Creador.
      Y sucedió que, al llegar al Cielo, Justino tuvo que esperar un buen tiempo en el despacho de San Pedro, pues aún el santo portero no había recibido las Ordenes Divinas sobre el destino final del fallecido: Cielo, Purgatorio o Infierno. El tiempo pasaba y Justino desesperaba, pues estaba casi seguro de haber merecido el Cielo, por haberse portado bien con su larga familia, a quienes, -creía él - haberles dado todo lo que necesitaron. Estaba seguro de haber cumplido como padre.
     La tardanza de la Decisión Divina, según fue informado San Pedro, se debió a que sus respectivos hijos, a quienes él había amado tanto, en sus oraciones rogaban: "Dios lo tenga en la Gloria" y las esposas, en cambio, a pesar de haberlas amado  también, le imploraban al Creador; "Ojalá Justino esté ardiendo en la quinta paila del infierno".
   Después de una larga espera, llegó la Divina Decisión. Dos Arcángeles  acompañaron a la angustiada alma del difunto a viajar en una nave celestial a un lejano lugar al fin del mundo, a pasar la breve temporada de

¡DOS SIGLOS EN EL PURGATORIO!

Caracas, 1994
Imágenes: Web

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