domingo, 13 de mayo de 2012

RECUERDOS DE FLORENCIA Y VIENA

                                          

ERAN TRES LAS HERMANAS
Eran tres y sólo fue una. Eran tres las hermanas que se fijaron en el muchacho alto y bien formado que se encontraba en el estar del hotel conversando con un señor mayor.  El chico no tenía tipo florentino. No debía ser italiano, aunque sí del Mediterráneo.
Sólo una de las hermanas bajó luego al salón, donde el televisor exhibía una obra de teatro sobre la vida de Michelangelo Caravaggio. La teleaudiencia  la formaban ahora tres personas: el joven, el señor mayor y  ella.
El murmullo de voces intercambiada entre los dos hombres resultaba desconocido a los oídos de Mariana. Momentos después el joven se presenta a la chica en correcto inglés. Mariana se entera que los dos hombres son griegos, atenienses. El mayor, un comerciante de artículos de cuero se llama Theodore y el “giovanotto”, Thanos,  estudia arquitectura en Florencia.
-Mañana se abre la Exposición del Mueble ¿La has visto ya? pregunta el joven a la chica
-No.
¿Quieres ir, Mariana?
-Me encantaría.
-¿Paso por ti a las nueve. ¿Está bien?
-Estaré lista.
Al día siguiente los jóvenes inician su recorrido por la ciudad, después de visitar la exposición. Hacen un alto en el Ponte Vecchio, y cerca de la Piazza Della Signoría toman un Macedonia. Visitan la Galleria dei Uffici. Mariana quiere comprar carteras y Thanos la ayuda en la selección; él a su vez le pide le acompañe a comprar unos anteojos para esquiar.


HACEN UN ALTO EN EL PONTE VECCHIO
Deambulan felices. Ella le cuenta que trabaja en Viena y que sólo está de vacaciones; que es suramericana, que le gusta la literatura, la música y los viajes y también el baile y todo lo que amplíe su horizonte cultural. El, su vez le habla de política internacional; no le gustan las monarquías, ama la democracia y detesta las dictaduras. Hablan del Vietnam, de la Guerra Arabe-Israelí y de los problemas raciales. Toman Capuccino en un café cercano; ponen postales.  Bromean, se pierden por las callejuelas de Florencia y almuerzan en una trattoria. Pero Mariana sale esa misma noche para Roma y luego regresará a Viena en una semana.

Cuando se aproxima la hora del viaje Thanos la acompaña al hotel, donde Mariana debe buscar las maletas para luego dirigirse a la Estación de Santa María Novella. Ya en el andén, un pitazo anuncia la partida del tren hacia Roma. Son las diez menos cinco.
-Thanos…
-¿Si?
-Cierra los ojos.
-¿Por qué- Pregunta el chico sorprendido.
-¡Ciérralos, anda!
Mariana entonces se empina y el joven siente la calidez del beso sobre su mejilla.

Entonces la respuesta del chico no se hizo esperar. Rápidamente enlazó la cintura de la chica, atrayéndola hacia él para luego besarla en la boca, tirnamente primero y apasionadamente después. El pitazo del tren, anunciando la salida, interrumpe súbitamente el embeleso de ambos jóvenes. Ella lo besa nueva y rápidamente antes de subir al vagón justo cuando suena el segundo sonido de alerta a los viajeros.

Mariana entra al compartimiento, coloca el equipaje en el suelo y se asoma a la ventanilla; se despide de Thanos, quien toma su mano hasta que la pesada máquina comienza su avance lentamente para huir rápidamente hacia el sur. La  figura del joven, muy alta, se empequeñece cada vez más en el horizonte ante la triste y llorosa mirada de la chica, hasta perderse definitivamente.

Se avecina el invierno y el frío viento de Viena hace estremecer a Mariana.
Viene del aeropuerto. Ha ido a despedir a su familia que ha vuelto a Venezuela para las Navidades. Soledad y frío son los compañeros de la joven cuando regresa de Schwechat.

REGRESO DE SCHWECHAT
Al abrir la puerta del apartamento, Mariana encuentra  una carta de Thanos. Le anuncia que irá a Viena a pasar las Navidades en su compañía. Le dice que no vio él tampoco a Claudia Cardinale en su reciente visita a Roma ¡Pero que importa -agrega- si voy a ver a Mariana en Viena! La chica lee la carta muchas veces, feliz con la noticia.
La navidad transcurrió hermosa al lado de Thanos. Por las tardes solían ir al Haas Hause a tomar el te y ver caer los cops de nieve sobre la Stefansdom. El comienza a enseñale italiano a Mariana y también un poco de griego. Escuchan el Sirtakis, se reúnen con otros griegos y brindan con ouzo por el año nuevo. Beben Glüwein para entrar en calor. Visitan el palacio de Schönbrunn y pasean hasta la glorieta. Sus pies se hunden en la nieve virgen. Ya en casa Mariana prepara la cena. Thanos la llama "Nikokirula", que él le dijo que en griego significaba "amita de casa". Cenan entre candelabros. Leen los problemas de "El hombre que calculaba", de Malba Tahan.  Otras veces pasan horas sin decirse nada, tomados de la mano. El silencio de las palabras es elocuente cuando la música y las caricias dicen mucho más que un !Te quiero!

Van al cine y ha nevado tanto que ambos resbalan y  se caen a la salida, rodando felices entre la nieve. En otra oportunidad se van a pasar un día en Florinsdorf. Mariana había comprado en una casa de antigüedades una bala de la I Guerra Mundial, y el anticuario le había prometido para la semana siguiente el documento de autenticidad de la bala de cañón. Pero llegan y encuentran cerrado el local, por lo que regresan en tren a Viena.

Así transcurrieron los días felices, entre encuentros, cenas y besos prolongados, hasta su nuevo regreso a Florencia. Triste fue la despedida del amor.

Un día Mariana recibió una llamada de Thanos. Había convencido a unos amigos de conocer Viena en lugar de irse todos de viaje a Ginebra. Esto, claro está, lo hacía para volver a ver a Mariana. Entonces vino un nuevo encuentro hermoso y triste al mismo tiempo que terminó con el regreso de los chicos nuevamente a Florencia,  a la Universidad, a los estudios de arquitectura.

Ella se fue de vacaciones a Venezuela y él a Grecia. Un malentendido llamado Destino terminó todo. El le recriminanó no haberle escrito desde Caracas, y ella le explicó que no tenía su dirección de Atenas. Entonces  quien escribió fue el silencio que expresó sin palabras su desaliento. Mariana regresó a Viena, pero  Thanos no volvió a enviar más cartas.

A finales de año la venezolana regresó a su país, a Venezuela, y tres años más tarde, una navidad Mariana lo recuerda especialmente  con nostalgia. No sabe si Thanos aún vive en el mismo lugar en Florencia o si ha regresado también a Atenas o  si se  ha casado. Y le escribió impulsada por el recuerdo el recuerdo de aquella hermosa navidad vienesa pasada junto a él. Mariana le escribió también a Takis, uno de los amigos con los que había regresado a Viena. Pero sólo  éste le respondió contándole que  Thanos se había casado hacía pocos meses con una chica egipcia.

¿Por qué al escribir  ella intuyó que Thanos estuviese casado? Tal vez él estuviera pensando en ella en ese momento y recordando también la hermosa navidad que hacía tres años habían pasado juntos en la capital austríaca...

Porque de algo sí estoy casi segura y es que Thanos, sea cual fuere el derrotero que hubiese seguido su vida, nunca olvidará los hermosos días pasados en Florencia y en Viena, como no los olvido yo, que soy Mariana.













Caracas, 26 de agosto de 1992.


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