martes, 5 de julio de 2022

DADIVOSIDAD

 

             


       El entraba a la madurez. Yo salía de la adolescencia. Cómo lo admiraba. Tenía la voz grave, pero tierna, y la sonrisa fácil. Cuando soltaba una carcajada, contagiaba a quienes le rodeaban. Además, lo adornaba una gran virtud: la dadivosidad. Era amable con todos, es verdad, pero a mí, sobre todo, me obsequiaba siempre con chocolates, poemas y libros. Y, por si fuera poco, satisfacía cualquiera de mis caprichos, como si fueran órdenes. Me sentía una reina.


     Una noche hermosa, luego de  ir a cenar y  pasear a la luz de la luna, me regaló su amor y yo le di el mío. Se desencadenó la pasión y me proporcionó tanto placer y felicidad, como nunca imaginé que otro  ser humano pudiera experimentar. A ese primer encuentro siguieron muchos otros, tantos que hacían que mi vida transcurriera  en una eterna galaxia. Hasta que un día, me sorprendió con el obsequio de una gran boda.

     La suya, con otra mujer.





IMAGENES: WEB.



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